Yo te lo puedo explicar, Joaquinito



La vida es tan volátil como nuestros caprichos y nuestro legado es lo que construimos con lo que buenamente el destino nos va tirando como migajas a palomitas. Pero en esta verdulería en la que vivimos, los hay muy inquietos, casi fugaces y también hay confiables zagalillos que no se desvían jamás en su andar.

Escribo esto inspirada o más bien atormentada por el viejo afónico y zorro de Sabina (si, Joaquinito) y por un revoloteo que tengo en la tripa desde hace meses, quizás alborotado por la responsabilidad de enseñarte hijo, a ser feliz...

Y es que la vida de nosotros los pánfilos, los que seguimos recto por el camino trazado, los esclavos del ¨súper yo¨, termina siendo feliz, acaba por complacer nuestras pequeñas angustias y desvelos y nos arropa con tranquilidad y comodidad. El lío está en que en mi caso, vivo en un rifirrafe cíclico y eterno entre mi alma bohemia, rebelde y hippie, mi cerebro estructurado y práctico y mi corazón duro pero apasionado.

¿Qué seríamos entonces si no tuviéramos estas dualidades? ¿Acaso un árbol o una silla rimbombante? A riesgo de sonar existencialista, herejía que no ejerzo, les informo que se sorprenderían al saber que hay personas que no las tienen, que van resolviendo el día a día sin sobresaltos ni grandes disyuntivas…

Pero me estoy saliendo del punto central de este texto: El problema de ser un ¨culo inquieto¨ con una estructura mental de un militar, cruzado con un monje tibetano. Y es que celebro la comodidad de mi vida pero me aburro fácil. Si no tengo un proyecto o gente que me enseñe cosas o una ilusión de algo por alcanzar, me entra ese sopor de no saber si mi vida tan calientica y limpia, es suficiente.

Quizás por eso admiro en silencio a Sabina. Quizás añoro tras bambalinas que ese señor necio, tahúr, bebedor, cantante sin voz pero con talante, mujeriego y llevado de su parecer, me permita vivir a través de sus canciones todo lo que no me permito…

Y yo atribulada en mi monotonía, extrañando mis vidas pasadas de culturas en movimiento, de europeísmos centrados en la calidad y no en la cantidad,  voy a verlo (si, a Sabina) y me canta al oído (bueno, al oído, al oído no) ¨Pastillas para no soñar¨, esa canción donde se burla de nosotros los seguritos, los rectitos, los incorruptibles y yo quiero explicarle que también soy libre, que nunca he tomado una decisión sin guiarme con las vísceras, que a veces me descarrilo (a decir verdad, solo unos pocos centímetros pero todo cuenta), que yo intento permanecer fiel a mi alma pero que debe ser dentro de unas líneas, que mi cerebro no da para desvaríos…

Yo tan Serrat añorando un atisbo de locura… ¿Será que me hace falta Madrid? ¿Sera que estoy condenada a envidiar otros mundos, otros amigos, otras culturas, otras vidas?

Joaquinito del alma, yo te juro que nunca dejaré de hacerle caso a este mandamiento tuyo (y ya veremos a donde nos lleva):

¨Si el corazón no rima con la realidad, cambio de rumbo, sintiéndolo mucho¨



Comentarios

Entradas populares