El encanto del amor libre.


Cuando escucho a la gente hablar de sus parejas como si hablaran de trabajo, me doy cuenta que la vida me dio un regalo que no tiene precio, soy una persona que ama con la cabeza, las vísceras, la piel, la nariz y el corazón, y no amo a medias, ni lo necesario, ni suficiente, ni por costumbre u obligación, amo profundamente y con todas mis fuerzas... Y eso, según me dicen, es raro. 

El amor le dio la estocada final a esa locura latente en mí y me dejé llevar sin prejuicios, orgullos, miedos o, por qué no decirlo, sensatez... Y qué bonito ha sido darme cuenta que cuando se ama así, todos los días se ama más, y el amor evoluciona, no como dice la gente hacia una cotidiana empresa, sino hacia una pasión y ternura que me llenan el alma.

Encontrar este tipo de relación, según parece, no es la regla, pero conozco algunas parejas así, y todas tienen algo en común, una especie de complicidad en sus excentricidades, que se convierte en un motor que no falla. 

Después de muchos años de conexión, de convivencia, de argollas, de momentos muy felices y otros desoladores, puedo decir con convicción absoluta, que el amor es mi mayor tesoro y que liberarme de los moldes y dejarlo fluir sin tapujos y pensando solo en el equipo que formamos, ha sido nuestra mejor arma.

Yo no sé si esto durará para siempre, nunca se sabe, pero hasta dónde hemos caminado, sospecho que no va a ser fácil apagar una llama tan fuerte. 

Le pido a la vida que las personas que quiero, puedan amar así, con alas, pero también con la fuerza de su intuición, su deseo, su inteligencia y su afecto y sepan dejarse llevar sin tantas tonterías sociales, que nos limitan el espíritu. 

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