Es cómodo este lugar.


Caminaba de prisa como suelo hacerlo cuando estoy viva, me fastidiaba el ruido de la calle, ese trombón astringente de los buses y su negro humo que me deja oliendo a tizne. La ciudad parecía descuidada, como si ese día no hubiera ido la señora que limpia; la gente estaba más fea de lo normal, nadie se había vestido como yo quería.

Me subí al ascensor y cuando la puerta ya estaba por cerrarse, alguien la detuvo desde afuera y se volvió a abrir:

- ¿Quepo? - Dice una mujer mofletuda y toda rosada.

¿Acaso no tiene ojos? ¿No se da cuenta que estamos como haciendo una mezcolanza con nuestras humanidades y que YO quiero que no dure mas de lo necesario?

Si había algo que me fastidiaba cuando volvía, era la cercanía con los otros, esa sensación de calor y humedad que emanan los cuerpos cercanos, ese vaho que expulsan al hablar con hambre, el olor a grasa del pelo. Odiaba que la gente estuviera tan cerca de mi, ¿acaso era necesario? No. La gente de este lugar no conoce la distancia, el respeto por el espacio personal. Odio a la gente que suda.

Llegué al sexto piso y me di cuenta que había dejado el reloj, no sabía donde, tal vez en el baño; tengo la fastidiosa costumbre de quitármelo antes de lavarme los dientes. Caminé por el largo pasillo donde todos esos cándidos uniformados se paseaban luciendo con plagiada clase sus corbatas baratas y sus medias veladas remendadas con esmalte. Al fin llegué a mi cubículo, tan amplio como mis ganas de vivir y tan encantador como mi alma. Me miré en el espejo y noté algo de distinción en mi mirada.

-La muerte me da un halo de grandeza – pensé. Tal vez ya debería morir del todo, soportar esta bajeza no tiene ninguna justificación. Organicé mis papeles y abrí mi correspondencia; tres revistas promocionales y un sobre color crema. Abrí el sobre y la carta decía:

Señora Vane:
Me place informarle que ha sido usted delegada a una importante misión, debe permanecer viva al menos 14 días más para conocer los detalles de la misma. Los altos mandos encontrarán la manera de informarle los pormenores. Pasará usted a la historia.
KJ.


- ¡Que desdicha la mía! - rumié,

¿Quien ha dicho que quiero pasar a la historia?, ¿no entienden que solo quiero que me dejen en paz, que no me jodan?, ya deberían jubilarme, voy a ser una leyenda pero por ser la mujer mas vieja que tiene que volver a vivir en esta porquería de planeta! Esto es un crimen atroz hacia mi pobre persona…

Suena el teléfono y contesto:

- Oficina de recreación y cultura, habla Melissa, ¿En que puedo servirle?.

Comentarios

Santiago ha dicho que…
Que buena te salió esta Marta. Se ve que vivís en Cali. La sucursal del infierno.
Boris ha dicho que…
No se permite tomar distancia, y no se permite andar despelucado, a menos que se despeluque uno a la moda. A los niños se les enseña a integrarse como se les enseña a rezar y a no poner los codos sobre la mesa. Podemos mentir y vernos bien, masticar con la boca cerrada. No se puede renunciar al mundo.

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