Y que el deseo nos guíe.

Y rozaba mi boca con su aliento, y sus manos recorrían mi espalda y un escalofrío seguía acariciando mi cuerpo y me estremecía su mirada cansada... Y yo, débil ante su aroma me dejaba llevar conteniendo mis suspiros y aguantando la vida para que el no dejara de pertenecerme, aunque fuera por un espacio de tiempo...
Sentir el aire de su respiración que golpea suavemente mi piel y trae consigo la fragancia del deseo, me estremece... Saberme tan indefensa en sus brazos, tan sometida a sus sonidos, tan incierta en sus proyectos, lo enaltece.
El peso de un amor complicado se siente en cada latido que galopante testifica la certeza del calor que produce en mi...ese ardor que pulveriza mi voluntad, ese ímpetu que me obliga a soñarlo, a tocarlo con mis recuerdos que no son mas que intenciones...
Cada vez que me tienta tiene entre manos la infame obsesión de verme padecer, intuye que cada caricia es una forma cruel de seducción y para el es un antojo de sus sentidos, una fascinación de su ego...
Saborea provocarme y lo hace de la mejor manera, sabe como debe incitar cada parte de mi cuerpo y se afana en que mi combustión sea fiera y no cese.
Yo, en su superficie me corrompo, se eclipsa mi ser en su cáscara y ruego a Dios que no me pierda, que el deseo nos guíe.
14 de Septiembre de 2003

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